De Domingo a Domingo

DE DOMINGO A DOMINGO

-Una semana en Santiago de Chile-

 

Domingo 15 de mayo de 2016

 

Desperté en otra cama, ¿en cuántas comunas he tenido sexo?.

“Buenos días”, siempre alguno de los dos lo dice.

Café y cigarro.

Después pensé, – nunca había comido un culo como anoche -.

“Me prestas tu cargador”, pregunté. Me visto, voy a la cocina; desayuno.

Es extraño despertar después de un agarrón de una noche… Ya que sabes que lo más probable es que no lo vuelvas a ver. En ese momento uno puede ser quien le plazca; que más da, si fue solo una cogida.

Volver a la rutina.

Domingo, rutina; ésta comienza. Arreglar mi cuarto, hacer mis deberes de la universidad.

Café, cigarro, hacer cuentas… Así termina el día.

Lunes 16 de mayo de 2016

Me levanto, tengo que hacerlo. “Olvidaste estudiar para el certamen”, me dije; no me importó, podía repasar los apuntes en la micro, no lo hice. No estudié, preferí continuar con mi lectura de “Paris era una fiesta”.

Llegué tarde a clases, siempre lo hago, en realidad creo que vivo 20 minutos atrasado.

Llego a mi casa, preparo el almuerzo; Gonzalo viene de visita. Recibir a un invitado, es real – me río -, ya formo parte de esta ciudad (espero).

Me siento a escribir, me gusta hacerlo.

Me cambio de ropa ya que iré a tomar con unas amigas, nunca permito que mi vestimenta refleje que he estado triste.

Micro, metro, encontrarme con amigos nuevos; una bendición de estar viviendo fuera de mi país de origen, conocer personas constantemente.

Martes 17 de mayo de 2016

Me levanto, preparo el desayuno. Mi celular no ha actualizado el horario de invierno de Chile, gano una hora.

Salgo; micro, metro; deseo mientras leo a Hemingway con vivir en Paris. “Santiago será un carrete”, pienso en eso.

Llego al registro civil, me sorprendo como siempre lo hago con la cantidad de inmigrantes en este país.

Me encuentro con Montse en el Palacio de la Alhambra, me asombra como siempre la restauración de dicho edificio. A veces, en mis días grises, desearía que apareciera todo un equipo de restauradores dispuestos a resanar mis heridas, mis grietas, mis fallas estructurales.

Almuerzo con Camilo y Montse, de nuevo soy consciente de la bendición que es conocer nuevas personas, ahora ya amigos.

Recuerdo el poema de Dr. Seuss que un gran amigo me mostró antes de venirme a Chile (“The Places You’ll Go”).

Tomo el metro, llego al Parque Bicentenario de la Infancia, recito para mi “all alone, whether you like it or not…”. Me siento a dibujar, que bien se siente, tenía meses sin hacerlo.

Llega la noche, tomo el metro de nuevo; me encuentro con una amiga del colegio, teníamos varios años sin vernos. Comemos, hablamos, compartimos y nos reímos. Recuerdo fragmentos de mi persona que había olvidado y me felicito por lo que he logrado.

Miércoles 18 de mayo de 2016

Me levanto, más tarde de lo habitual, me da rabia que eso suceda. Si enumerara mis defectos, aquel sería el que encabezaría la lista. Ordeno mi pieza, la cual se encuentra igual de desordenada que mi mente.

Café y cigarro.

No quiero regresar a México, no en algún tiempo, lo extraño se que lo hago, pero estar lejos de él me ha enseñado tanto.

Días no productivos, días como hoy, días que me hacen sentir consciente que vivo fuera de mi país.

Me he sentido solo, dejaré que Tinder lo solucione. No lo sé aún…

De nuevo Tinder comprueba que no puedo estar solo.

“¿Dónde nos vemos?”

“En la esquina de Pedro de Valdivia con Suiza”

“Querrás decir Suecia…”

“No, Suiza… una cuadra al norte de Diagonal Oriente”

“Ya po”

Me encuentro con mi cita; micro, metro, caminamos. Llegamos al Hotel W, subimos al piso 21 y tomamos un par de cervezas.

Necesitaba una cerveza, necesitábamos una cerveza; la conversación comienza a fluir, la vista es hermosa.

¿Acaso no sé estar solo y volví en una costumbre el estar conociendo personas nuevas, o me encuentro perfectamente cómodo con mi soledad y es por eso que se me facilita hacerlo?

Bajamos al piso cuatro, nos quitamos los abrigos,

“¿piscola?”

Contesto “obvio po”, siempre es una buena idea una piscola.

Tomamos, conversamos, nos hablamos al oído. Empieza a subir mi temperatura, bailamos, nos miramos, bailamos; después nos besamos.

Transcurre la noche, la terminamos en mi casa, subimos a mi pieza, las prendas caen al suelo. Extendemos el juego previo, más de lo que acostumbro, no me importó; sabía donde iba a terminar.

Sexo, sexo sin sentimientos, sin ataduras, sexo con un desconocido, sexo por solo tener sexo.

Jueves 19 de mayo de 2016

Me despierto, me vuelvo a dormir, me despierto de nuevo. Cómo era que se llamaba, lo recuerdo, Rodrigo. La ropa cubre el suelo de madera.

Huele a látex.

Así como cuando inclusive el agua sabe a alcohol al despertar después de haber tomado, todo olía a látex, todo me olía a látex.

Un beso de buenos días, sabe a nada, solo fue sexo. No eres especial para mí, tampoco lo soy para ti. Me levanto y me pongo mi ropa, la ropa del día anterior; lo acompaño a la puerta que da a la calle.

Debo dejar de utilizar Tinder, sé que no lo haré.

“Hablamos luego.”, decimos al unísono (esto no sucederá).

El resto del día transcurre como cualquier otro.

Hemingway me acompaña en el metro, almuerzo con mis amigas, voy al supermercado; llega la noche.

Otro día termina.

Café, cigarro.

Viernes 20 de mayo de 2016

Debo despertarme, aún no amanece; es viernes, día de entrega. Corro y salto de un lado a otro, debo llegar a tiempo para presentar mi proyecto, tomo un taxi para dirigirme a recoger mis impresiones antes de llegar a la facultad.

La mañana transcurre con normalidad, terminan las clases.

Tomo un café con mi amiga, hablamos de todo y nada a la vez, hablamos de vivir fuera de México (de lo bueno, de lo malo), caminamos, decidimos entrar a un museo; lo recorremos, lo disfrutamos.

Llego a la casa, descanso un rato, me preparo para salir. Otro viernes en Santiago, digo en voz baja “¿qué sucederá hoy?”.

Llegamos a un carrete; franceses, mexicanos, chilenos; se escuchan distintos idiomas, acentos y modismos. Llegan un par de hombres, amigos al parecer; hablamos con ellos, hablamos de viajes; uno de ellos conoce muy bien México.

La noche continua, continua en Bella Vista.

Nos encontramos en la calle, mis amigas, los dos hombres que acabamos de conocer y yo; me topo con la grata sorpresa que ambos son gay, sonrío… la noche está por mejorar.

Entramos a la disco, dejo mi abrigo, me acerco a la barra, pido una piscola.

Ese par de amigos comienzan a recordarme a mi amigo más cercano y a mi, como conviven, como se expresa el uno del otro; me río pensando en haber encontrado el reflejo de M y mío en el sur.

Bailamos entre nosotros, bailan entre ellos, bailamos con los que nos rodean. Uno de ellos va al baño, sigo mi instinto; comienzo a besar al otro, no pone resistencia, el beso continua, se alarga.

“¿Puedo dormir en tu casa?”

“Por supuesto”, contesto.

Directo, honesto o tonto; nos parecemos más de lo que pensaba en un principio; acaso voy a compartir mi cama con mi reflejo del sur, me emociona la incógnita.

Llegamos a mi pieza, describir lo que pasó sería igual que describir lo que sería acostarme conmigo; izquierda, derecha, tomar el control, luchar por tenerlo…

Sábado 21 de mayo de 2016

Mi ventana sin cortina anuncia que es un nuevo día, mis ojos se abren dispuestos a cerrarse de nuevo. Despierto con alguien a mi lado, en cuestión de segundos recuerdo la noche anterior; recuerdo como es que llego aquel hombre a mi cama.

Fue como haber estado con una versión mía de un pasado no muy lejano, por lo tanto, sabía cada reacción que iba a tener con quien dormí.

Se vistió rápido. Un poco nervioso, arrepentido de lo que pasó; no creo.

“Hablamos luego.”, dijo él.

No nos habíamos dado nuestros números de celular, no me importa. Bajamos, le abro la puerta, nos despedimos, continúa con su camino; así es esto, pienso en mi interior.

Transcurre el día, tranquilo y nublado; obscurece temprano.

Llega la noche, prometo pasarla solo; me organizo para ir con un par de amigas a tomar unas cervezas. Llego a un bar, me siento, converso con mi amiga, pedimos una cerveza; llega otra amiga.

De nuevo Tinder comprueba ser el cupido de la mitología del s. XXI; esta vez no me flechó a mi, sino a una de mis amigas.

La acompañamos, compramos pisco, llegamos al lugar del encuentro.

Dos amigos, dos amigas, unas botellas de pisco, algo de tabaco y yo. Finalmente un sábado tranquilo, es la idea que pasa por mi cabeza. No transcurrió mucho tiempo para que sintiera la necesidad de estar acompañado, tomó mi celular para pedir un carro, salgo para dirigirme a la constante realidad de no saber estar solo.

Llego a un departamento, uno el cual no conocía; me abre la puerta quien conocí tiempo atrás en Cusco.

Me sirvo whisky en un vaso, prendo un cigarro; me percato de cierto polvo blanco del que nos advierten desde pequeños no probar; me ofrecen un poco, respondo educadamente “no”; decido prender un cigarro de mariguana.

Comienzo a sentir cansancio, sueño; me quedo dormido en la sala.

Domingo 22 de mayo de 2016

Despierto; así funciona esto…

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