13 de septiembre de 2016
UNA CITA DIFERENTE
¿Cuál es la diferencia entre guiñarle un ojo a alguien en un bar y después irlo a saludar o; mandar una solicitud de amistad por Facebook a alguien que quizá conozcas, tener un match en Tinder, o darle me gusta a un par de fotos en Instagram al perfil de un hombre que te parezca atractivo? Quiero atreverme a decir que ninguna.
No existe diferencia alguna entre las situaciones que menciono, da lo mismo una o la otra, el fin es acercarte a un desconocido con la intención de hacerlo en lo contrario.
En una década donde las formas de conocer a tu posible siguiente ex novio, incluyen el gran número de redes sociales, es necesario aliarnos a ellas, saber utilizarlas a nuestro favor. Pero es inevitable preguntarse, ¿qué tan apegado está a la realidad las fotos y publicaciones que muestra una persona en su perfil?. Creo que ya sea virtual o presencial, la forma en la que uno conoce a alguien, siempre nos encontraremos frente al riesgo de que nos estén mintiendo o aunque sea exagerando un poco la información.
Viviendo en una época en la que las redes sociales parece que juegan el rol del “amigo” que pretende presentarte a alguien con quien probablemente tengas cierta compatibilidad y sumando la necesidad del ser humano por sentirse acompañado; no nos queda más remedio que participar en el juego.
Era ya algo tarde, antes de dormir, como es costumbre; me puse a revisar mis notificaciones de la diversa cantidad de redes sociales a las que cada vez nos apegamos más.
Personas que quizá conozcas… Debe de ser un cínico quien redacta lo que aparece en las aplicaciones de las redes sociales, para atreverse a poner expresiones tan personales. Veo que es atractivo, noto que se ve interesante, atrapa mi atención; resulta que es amigo de mi mejor amigo. Me río un poco, “¿Quién soy yo para desmentir a Facebook?”, selecciono lo opción de enviar solicitud de amistad.
Acepta la solicitud, no me escribe, no busca mi atención; al parecer tenía que dar el primer paso. Le escribo, bromeo un rato, me sorprendo lo rápido que atrapa mi interés. Claro, al igual que sucede un sábado cualquiera en un bar, después de un par de risas o su sustituto virtual jajaja; seguí con lo debía continuar, escribirle mi número de celular para que continuáramos escribiéndonos por un medio más personal; ridículo, me pongo a pensar, que un cambio de aplicación se considere hoy en día como un gesto de interacción más íntima.
Al parecer conocerlo en un bar se vio sustituido por conversar vía Facebook Messenger e invitarlo a salir, con empezar a conversar en Whatsapp. La conversación, esa en especial, fue un poco distinta; más personal e íntima de lo que estaba acostumbrado.
Preguntaba, el contestaba; decía algo y yo reía; le escribía y al momento de manera azul eléctrica Whatsapp me demostraba que había atrapado su atención; y el la mía.
¿Cómo te llevas con tu familia? – ¿Te agrada ir a eventos? – ¿Te drogas? – ¿Cuáles son tus películas favoritas?
Esas fueron algunas de las preguntas que me hizo, las cuales junto con mis respuestas, fueron extendiendo más y más la conversación. En algún punto de esa noche, no pude dejar de pensar o debería decir, de imaginar; que aquello era una cita, una distinta, una muy ad hoc a este siglo; una muy buena cita. Todo de él que iba conociendo, si es que puedes conocer a alguien a través de una pantalla aproximadamente de cuatro pulgadas, me estaba encantando; me estaba atrapando.
Me preguntó también sobre mis canciones preferidas, cualquiera diría que es una pregunta trillada, pero lo aceptemos o no, vivimos para responder a ese tipo de preguntas y para vivir esos momentos trillados. Debo aceptar que me da algo de vergüenza mi gusto musical, pero decidí mostrarle mis canciones favoritas de una forma que no me avergüenza aceptar, de una forma romántica o lo más romántico que me permite ser este tiempo donde vivimos inmersos en nuestras redes sociales cibernéticas.
Decidí abrir una cuenta de Youtube, hacer una lista nueva de canciones, claramente era una selección de canciones que despiertan ciertos sentimientos en mí. Al parecer le encantó el detalle, al parecer le empezó a gustar lo que soy, como soy.
La conversación se seguía extendiendo, ignorando cualquier otra notificación que apareciera en mi pantalla, me atrevo a decir, que de igual forma iba aumentando el interés, las ganas de conocernos más. Él vive en una ciudad, yo en otra; bendecir o maldecir la forma inmediata de comunicación, no lo se; por el momento solo la encontraba positiva.
Varios minutos, varias horas; no se con exactitud por cuanto tiempo estuvimos conversando. Al igual que como sucede en una excelente cita, el transcurso del tiempo estaba jugando su papel de ser veloz cuando te diviertes. ¿Por qué no vivo en la Ciudad de México?, lo pensaba una y otra vez. Mi deseo de estar teniendo esa conversación cara a cara incrementaba, mi deseo por conocerlo igual.
¿Cuál será el sustituto a un beso de buenas noches en este mundo cibernético?, claramente aún no lo hay, a final de cuentas nada sustituye a la realidad. Pero contrario a lo anterior, lo que comenzaba a experimentar era real; realmente sentía que lo estaba conociendo, que me estaba conociendo.
“Buenas noches, descansa…” En algún punto esto siempre sucede. ¿Habrá una segunda cita?, no lo sé; pero puedo decir que mi interés por él, así lo desea.